Mocoso de Villa Luro
¿Cómo pueden verte, sólo, en el anden,
y esquivarte siempre, fingir que no ven?
Piel cobriza
Indio,
señor de la tierra, corazón sangrando,
que admiraba al sol y a los verdes prados,
que no había pensado a quien entregaba
ese gran tesoro, esa tierra santa,
tierra de comidas, tierra de moradas...
¿tierra de españoles y frías espadas?
No busca venganza, no es esa su idea,
no es necesaria esa filosofía,
es sólo justicia lo que él pedía.
Justicia a la tierra, y a los animales,
y a las selvas puras, y a su pobre alma,
alma solitaria que no tiene nada,
y a pesar de todo todavía canta.
Canta al sol naciente, y a la luna canta,
le canta a su vida, vida despreciada por la gente blanca,
por la gente docta y por la erudita,
y por la cultura tan santa y bendita,
cultura de Dios, cultura de hermanos...
¿hermanos de aquellos de quienes dudamos si eran humanos?
Su forma de vida distinta a la nuestra,
no era necesario que la adoptemos,
no pedían eso, no pedían nada,
tan sólo querían que los respetemos.
A ellos y a Dios, y a sus negras tierras y sus verdes selvas,
su cobriza piel y su amarillo oro,
y a su clara agua - clara y cristalina -
que siempre la usaban para ver su cara:
su cara de bueno, cara de inocencia,
su cara de bronca, cara de impotencia,
su cara de indio, que aún conserva.
Indio,
señor de la tierra,
corazón sangrando.